domingo, 24 de enero de 2010

Luz Silenciosa

Si hay algo que no se le puede echar en cara es que no arriesgue. Si hay algo que le define es que siempre va al limite. De estos dos condimentos, lo único que puede salir es, ni más ni menos, lo que Carlos Reygadas es, un provocador profesional.
Esa provocación tiene dos vertientes. Una es la formal que le lleva a realizar sus películas con una muy depurada guía de estilo en la que predominan el ritmo pausado y una planificación estática que solo se ve rota de cuando en cuando por morosas y largas panorámicas. Si a esto le unimos la utilización sistemática de actores no profesionales con muy poca carga expresiva (al estilo de Bresson) nos dará como resultado unas películas de aspecto árido y ascético. La segunda vertiente, la temática le hace tocar temas muy primarios. Básicamente, el deseo, la sexualidad, el amor o el odio.
Todo ello le ha hecho producir una carrera muy desigual (aunque aún corta hasta la fecha). Como juega al límite, a veces te puede parecer hipnótico y otras simplemente ponerte de los nervios. Dentro de este segundo grupo podríamos meter "Batalla en el Cielo", su anterior trabajo, que se movía desde la provocación más burda y gratuita (la película muestra dos felaciones) a la pretenciosidad pseudo-filosófica más vacía.
Afortunadamente, Luz Silenciosa se encuentra en el primer grupo.



Y es que detrás de Luz Silenciosa se esconde un reto de dimensiones gigantescas. Ni más ni menos que realizar una revisión de Ordet (La Palabra), probablemente la obra cumbre de C. T. Dreyer y también probablemente la obra cumbre del séptimo arte en global.
Si hay algo que sea valorable en esta apuesta es que Reygadas afronta el reto desde la fidelidad a si mismo. Para ello, traslada la acción desde la Dinamarca de principios del XX a una comunidad menonita genuina en pleno México actual. Siguiendo su guía de estilo, la película es protagonizada por miembros auténticos de la comunidad hablando en su idioma materno (alemán) y con un desapego tal a las palabras (pocas) que pronuncian que le da un toque gélido a la narración. Además, la película cuenta con una planificación minuciosa que a la vez es fiel al estilo de Reygadas y deudora de la maestría de Dreyer. De esta manera el resultado es una película gélidamente intensa, con una belleza muy dificil de superar y que desde la contemplación de situaciones a priori cotidianas nos logra reflejar el día a día de esta comunidad y el conflicto interior de su protagonista con algunos momentos memorables como la escena bajo la lluvia.



Desde el punto de vista de la narración, el otro gran acierto del film es la traslación del conflicto. Mientras que en Ordet el amor era incontestable y el verdadero conflicto es de Fe, en esta nueva revisión el conflicto es justo el contrario. La Fe se da por descontada dentro de la rutina diaria, lo que realmente genera el conflicto y finalmente el milagro es el amor. Además, todo dentro de una contención que se adapta perfectamente al entorno y que, proviniendo de Reygadas se convierte en doblemente valorable.
En definitiva, una película que desde luego no es apta para todos los paladares y que requiere de una paciencia y concentración por encima de la media. Sin embargo, si se le logra dar la oportunidad consigue momentos de una belleza e intensidad fuera de lo común. Una película hermosa.

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Stellet Licht (2.007)
Guión y Dirección: Carlos Reygadas
Fotografía: Alexis Zabe
Montaje: Natalia López
Dirección artística: Nohemi Gonzalez
Interpretes: Cornelio Wall, Maria Pankratz, Miriam Toews, Peter Wall

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