domingo, 13 de septiembre de 2009

Tren de Sombras

Como ya he comentado en algún post anterior, el cine español esta en una encrucijada con muchísimas más sombras que luces. Por un lado parece que el beneplácito de la producción y del academicismo (véase los Goya) se enroca en un modelo de cine que huele a rancio y a ya visto (con películas tan poco estimulantes como Los Girasoles Ciegos, Sangre de Mayo o Solo quiero caminar encumbradas con premios y grandes presupuestos) y que, ciertamente cada vez interesa a menos gente. Eso si, esa perdida continua y constante de espectadores nunca es por culpa propia, siempre estará ahí para tener la culpa la piratería, la escasez de subvenciones o las majors americanas. Es una pena la absoluta inexistencia de modelos "de calidad". Parece (a excepción de unos pocos... Almodovar y Amenabar básicamente) que es imposible hacer en este país un cine que interese al público sin caer en los modelos mil veces vistos. Que envidia dan los Caballeros Oscuros, Las vidas de los otros o las Cuestiones Humanas.
En fin, en esta situación lo único que le queda al cine español es el cine "de vanguardia" o experimental. Ese cine que es marginal en todos sitios (no nos mintamos) pero que aquí vive más a la intemperie porque el salto entre la producción estandarizada y éste es más grande que en cualquier otro lugar. Aquí sobreviven prácticamente los únicos cineastas interesantes que se dedican a hacer cine en España. Los únicos que tienen presencia habitual en los festivales de postín y en los cuadros críticos internacionales. Aquí estan los Serra, Rosales, Portabella... y sobre todo, y por encima de todos José Luis Guerín.
Tren de Sombras es su película más afamada y para mí ha supuesto mi punto de contacto con su cine. Lo primero que hay que decir es que no se trata de una película al uso. Ahora analizada desde la distancia (hace más de diez años que se realizó), realmente avanzaba muchas de las cuestiones que ahora están "de moda" entre los cineastas de vanguardia. Principalmente el debate sobre las fronteras que separan el documental de la ficción. De hecho Tren de Sombras no es documental, ni es ficción. Si de algo se le pudiera catalogar es de "ensayo". Se trata de un ensayo sobre el cine. Sobre su naturaleza y sobre la naturaleza mágica de sus imágenes.



La película esta dividida en tres segmentos muy claramente delimitados. Toda ella se monta como un falso documental en el que se supone que se recuperan las imágenes realizadas por un cámara aficionando francés en los años veinte y que habían estado perdidas durante más de 70 años. Toda la primera parte de la película se desarrolla mostrándonos el contenido de dichas grabaciones. En ella podemos ver el carácter espectral que han tomado unas tomas que en principio trataban de ser cotidianas. El paso del tiempo ha conseguido capturar de manera fantasmal esa vida.
En su segundo tercio, el director se dedica a recorrer los escenarios de dichas escenas en la actualidad. Como si de un Iker Jimenez se tratara, buscando a los fantasmas por sus pasillos. Vemos como el viento juega entre los arboles, como las sombras invaden los espacios y la luz juega con los objetos. En definitiva, observamos como esa realidad cambia ante nuestros ojos, por el simple cambio de la luz y la perspectiva.
Por último, el cineasta recompone las imágenes iniciales, re-montándolas, realizando desarrollos paralelos... todo ello para "jugar" con ellas. Para analizarlas y exorcizarlas. Para indagar en los rostros y las miradas y para descubrirnos el secreto que las grabaciones ocultan y que, muy probablemente, nos ha pasado inadvertido en el primer visionado. Y no solo a partir de las propias imagenes, si no también a partir de la reconstrucción de los hechos.


En definitiva, se trata de una película que va más allá. Que desde la contemplación y la aparente cotidianidad reflexiona sobre la naturaleza del cine. Sobre su poder de controlar el tiempo y los tempos. Sobre la capacidad que tiene de congelar los instantes y sobre el caracter fantasmal de las imágenes cuando el tiempo pasa. Sobre como la luz y el tiempo manipulan los hechos y los objetos y como, incluso aunque uno no lo quiera, el mero acto de poner a rodar una cámara implica capturar la vida.
Es inevitable pensar que cuando vemos una película de hace 80-90 años, de Chaplin por ejemplo, todos aquellos a los que vemos están muertos. Están muertos y se han quedado reducidos a meros espectros, a las sombras a las que hace referencia el título. Una película que, como toda buena película, lanza muchas preguntas y no pretende dar las respuestas. Simplemente enunciarlas de una manera poética e hipnótica. Probablemente sea una película no apta para todos los públicos pero si muy recomendable para aquellos que quieran indagar un poquito más en que hay detrás del acto de registrar imágenes en movimiento.

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Tren de Sombras (1.997)
Guión y Dirección: José Luis Guerín
Fotografía: Tomás Pladevall
Montaje: Manel Almiñana
Interpretes: Anne Celine Auche, Juliette Gautier, Marc Montserrat, Ivon Orvain, Jessica Andrieu

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