domingo, 28 de febrero de 2010

El Viento

Cuando uno empieza a ver bastante cine mudo se da cuenta de que no puede analizarse como un todo. Hay dos grandes tipos dentro de él. Por un lado, se encuentra lo que podríamos denominar cine primitivo. Este cine es el originario, el que se hizo en los primeros años, el de la barraca de feria, el de los trucos de magia, el de los sainetes teatrales filmados. En ese cine primario el lenguaje cinematográfico es simple y no pasan de ser obras teatrales filmadas. Después tenemos el que podríamos llamar Cine Antiguo. Éste ya cuenta con un lenguaje propio que va evolucionando hacia tramas más complejas y narraciones más elaboradas.
Un punto difícil es poder determinar donde se encuentra la frontera que separa uno de otro. Desde el punto de vista técnico, hay varias películas que marcan esa frontera y varios directores que la demarcaron. Desde Griffith hasta Einsenstein. Sin embargo, desde el punto de vista dramático, no está tan claro. La mayoría del cine mudo peca de unas tramas demasiado inocentes y de unos personajes extremadamente simples (incluso en las películas de los directores anteriormente citados).
Una vez vista El Viento, la primera conclusión clara que se puede extraer de ella es que, ésta se encuentra al otro lado de esa frontera.


Victor Sjöström plantea en El Viento un conflicto psicológico de una complejidad inusitada para su época. De la mano de una estupenda interpretación de Lillian Gish que rebosa modernidad (ni un rastro de excesivo histrionismo y sobre actuación) el director monta una trama en la que se puede observar el proceso de autodestrucción al que la protagonista se enfrenta.
Y para ello no solo se utilizan diversos recursos de cámara que intentan situarnos dentro de la mente de la protagonista, como el vaivén, el desenfoque de las imágenes, etc. sino que podemos observarlo escena a escena en la cara de la Gish.
Otro punto altamente interesante es la introducción de la influencia de los elementos naturales (el viento al que hace referencia el título) en el propio estado de ánimo de los personajes. Esto da una dimensión y una corporeidad mucho mayor al conflicto.


Por todo ello, en El Viento nos enfrentamos a una película ya 100% moderna y en la que se ponen en juego todos los recursos estilísticos y técnicos que se habían desarrollado en los veinte años anteriores. No solo esta película constituye el culmen de la carrera de uno de los grandes del cine mudo (Sjörtröm) si no que además, supone un hito culminante en la, por entonces, titubeante historia del cine. Una película de obligada visión para entender de que era capaz el cine en los albores de la llegada del cine sonoro.

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The Wind (1.928)
Dirección: Victor Sjöström
Guión: Frances Marion basado en la novela de Dorothy Scarborough
Fotografía: John Arnold
Montaje: Conrad A. Nervig
Música:William Axt
Interpretes: Lillian Gish, Lars Hanson, Montagu Love, Dorothy Cumming

domingo, 7 de febrero de 2010

S21, La maquina roja de matar

No soy muy dado a los documentales y por esta razón creo que es la primera vez que hablo de un documental en uno de mis post. Pues bien, creo que no hay mejor película para inaugurarlo que esta S21.
S21 es el nombre que recibía la principal prisión, centro de tortura y ejecución del régimen Jemer Rojo en la Camboya de los años 1975 al 79. Y precisamente de este edificio es de lo que trata este áspero y duro documental. En él, su director, el camboyano Rithy Panh, realiza una especie de exorcismo personal y nacional (aún hoy éste sigue siendo un tema tabú en Camboya) y trata de ponernos cara a cara con la barbarie, pero al contrario que cualquier documentalista efectista (se me ocurre un Michael Moore, por ejemplo), lo hace sin mostrarnosla en ningún momento.
Tan solo en los dos primeros minutos de la película podemos observar algunas imágenes propagandísticas de archivo que sirven para situarnos históricamente. Después, ya solo nos enfrentará a la realidad de S21 hoy.
Y para ello, Panh nos hace deambular por los pasillos y salas vacíos y gélidos de aquel edificio en el que ya no queda ningún rastro de lo que fue, excepto por las centenares de fotos que envuelven sus paredes. Las fotos de las personas cuyas últimas paredes fueron aquellas.



Y para acompañarnos por ese itinerario, Panh, en un gesto de una audacia descomunal elige por un lado a dos de las pocas decenas de supervivientes de aquel infierno y por otro a algunos de los carceleros que encarcelaron, torturaron y ejecutaron al resto de los compañeros de los primeros.
El director entonces, decide quedarse en un discreto y neutro segundo plano y permite que sean las víctimas, desde sus testimonios los que directamente "entrevisten" a sus verdugos.
Ese enfrentamiento es épico. Frente a la fortaleza moral de la víctima observamos como sus verdugos se deshacen, no son capaces de alzar la mirada y solo pueden argumentar que eran meros "soldados" siguiendo órdenes y que son tan víctimas como los primeros. La recitación de consignas del "partido" por parte de estos últimos, aún 30 años después resultan escalofriantes.
Este proceso lo realiza Panh en dos fases, primero, haciendo que las víctimas describan su calvario apoyados en fotos (terribles) de la época, con la atenta mirada y sepulcral silencio de sus carceleros.


Para a continuación, "obligar" a los propios carceleros a escenificar como eran sus rutinas y sus acciones en la prisión. El carácter fantasmal de sus acciones es desolador cuando observamos a estos carceleros pasear por las hoy vacías salas cuyas paredes fueron testigos de la tragedia.
Y lo que más engrandece la película es que no se erige en juicio sumarísimo, porque aunque parezca mentira, los verdugos también tienen madre, familia e hijos, como el propio cineasta se esfuerza en retratar.
En definitiva, nos encontramos ante una película absolutamente necesaria. Seca, dura, intensa, pero necesaria para que podamos empezar a entender mínimamente la tragedia que allí se produjo. Necesaria para que el olvido no se apodere de ello. Y sobre todo valiente. Primero por poner la cámara a la altura de los ojos tanto de victimas como de verdugos y segundo por dar voz a una tragedia oculta, incluso en su propio país, en el que, en el año de su realización (2003) ni siquiera se habían juzgado a los directores del genocidio (el juicio se produjo en 2008). Su visionado es simplemente indispensable.

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S21, la machine de mort Khmère Rouge (2.003)
Guión y Dirección: Rithy Panh
Fotografía: Prum Mesa y Rithy Panh
Montaje: Isabelle Roudy y Marie Christine Rougerie
Música: Marc Marder
Intervienen: Khieu "Poev" Ches, Yeay Cheu, Nhiem Ein, Houy Him