lunes, 7 de febrero de 2011

Vals con Bashir

A lo largo de la historia del cine ha habido muchas películas que han intentado retratar las grandes infamias de la historia del siglo XX. Es obvio que entre todas ellas, el genocidio nazi es la estrella, pero a lo largo de los años ha habido muestras de otras "lindezas" que ha brindado el genero humano como los genocidios armenio o el camboyano.
Las aproximaciones a estos hechos escabrosos van desde las más lacrimógenas hasta las más secas y austeras. Si bien, solo unas pocas se han atrevido a ir más allá en su reflexión y no quedarse en el mero reflejo y enumeración, más o menos bienintencionado, de las barbaries sucedidas. Esas pocas películas, que siempre han llegado desde el terreno documental, no solo han querido introducir una reflexión sobre los hechos ocurridos, si no ante el mero hecho de reproducirlos y de la imposibilidad de conseguirlo. Peliculas como Soah o S-21, La maquina de matar roja (ya comentada por aquí hace un tiempo) llegaban a la conclusión de que es imposible representar el horror. Por ello, son películas que evitan abusar de la imagen de archivo o la recreación y dan voz, simple y llanamente a la palabra. Son películas que se basan en el testimonio crudo de victimas y verdugos y cuya fuerza dramática se basa en recorrer el rostro y los gestos de sus testigos. Podríamos decir que Vals con Bashir se puede encuadrar dentro de ese pequeño grupo de películas.
Estas pocas películas, ante la imposibilidad de recrear lo imposible, investigan distintas formas de representación. En S-21, por ejemplo, Rithy Panh "obliga" los verdugos de entonces a recrear sus actos con mímica en los escenarios desnudos de entonces. En el caso de Vals con Bashir, Ari Folman riza el rizo y nos propone el curioso experimento de ofrecernos un documental de animación.


La película esta hilvanada sobre las propias vivencias del director, que participó en los hechos descritos cuando apenas contaba con 17 años. El espectador va descubriendo los hechos al mismo tiempo que el director, encarnado en una especie de detective, recobra la memoria sobre lo que ocurrió, que no es otra cosa que la Masacre de Sabra y Chatila (en la Guerra del Libano) y en como el ejercito israelí, a través de su pasividad, fue cómplice.
La película se divide en dos y reparte su metraje entre entrevistas animadas a través de la técnica de la rotoscopia (basándose en imágenes reales) y animaciones ficticias que recrean algunas de los testimonios vertidos.


La estilizada estética de las animaciones junto a un eficaz uso de la banda sonora dota a la película de una sensación de ensoñación constante, potenciada por el sueño que da comienzo a la película.
Ante la imposibilidad del propio director (tanto como director como también como personaje de la película) de abordar y asumir la tragedia que ocurrió, parece que la estilización y la ensoñación nos permite asumir lo que de que otra manera sería inasumible. De esta manera Folman escapa al tremendismo y el amarillísmo y nos deja solo los hechos. Es curioso como, alejándose por completo de lo real, es como consigue desnudar los hechos.
De todas formas, y para recordarnos la realidad carnal de lo contado, el director nos guarda un puñetazo en la cara en la conclusión. Unas imágenes reales y desgarradas que nos ayudan a recordarnos que ese sueño que hemos presenciado, fue una realidad y que, a pesar de todo, no puede ser mostrada con toda su magnitud. Ante esa imposibilidad, solo queda la palabra y el recuerdo.

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Vals Im Bashir (2.008)
Guión y Dirección: Ari Folman
Dirección Artística: David Polonski
Montaje: Nili Feller
Intervienen: Ron Ben-Yishai, Ronny Dayag, Ari Folman, Shmuel Frenkel

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