lunes, 1 de octubre de 2012

Kiseki (Milagro)

Con el tiempo Hirokazu Koreeda se ha ido convirtiendo en una especia de rey del melodrama asiático. Alejado de las corrientes más radicales que llegan de Asia, Koreeda rezuma clasicismo y está claro que sus referentes están en Ozu y Kurosawa y no en la Nouvelle Vague francesa.
Con el tiempo y el desarrollo de su carrera, es bastante fácil trazar una serie de constantes en su cine. En primer lugar, sus películas suelen girar alrededor de la familia. En la mayoría de los casos disfuncional de alguna manera y desestructurada la mayoría de las veces. Su otra gran constante es cierto tono amable que impregna a sus películas y que le permite tratar temas muy duros sin caer en el drama gratuito o exhibicionista. Sus dramas son oscuros, pero en todos ellos hay una luz que siempre brilla al final del túnel y eso convierte a sus obras es muy accesibles para todo tipo de espectadores.
Se podría decir que Kiseki, su última película no aporta nada nuevo en ese sentido y se rige por los patrones que uno espera de una película de Koreeda, si bien, en algunos aspectos hay una cierta vuelta de tuerca que permite observarla sin la sensación de algo ya visto.



Lo primero que llama la atención es la marcada división de la película en dos partes muy bien diferenciadas. Esto la convierte en un díptico que tiene una primera parte con un ritmo mucho más moroso y una carácter marcadamente costumbrista. En ella descubrimos la vida diaria de estos dos hermanos que por vicisitudes de la vida tiene que vivir separados. Aunque pueda parecer que en estos primeros trazos no pasa aparentemente nada, Koreeda acierta a dibujar la personalidad y el entorno de los dos hermanos con la precisión de un cirujano y deja listo al espectador para observar una segunda parte mucho más aventurera y divertida en la que el milagro del título tiene lugar.
El conjunto crea un canto poético que contrapone realidad y sueño, aburrida cotidianidad y estrambótica aventura, realidad y fantasía.En definitiva, una oda al optimismo y a la esperanza.
Precisamente, esa segunda parte convierte a Kiseki en la película quizás más optimista de la filmografía de Koreeda, especialista en diseccionar el núcleo familiar sin ningún tipo de concesión.




En todo caso, lo que brilla con luz propia a lo largo de toda la película es la pareja protagonista. Estos dos hermanos en la ficción que a la sazón lo son también en la vida real. Su espontaneidad y autenticidad brillan en cada fotograma y destilan una química que desborda la pantalla sobre todo en sendas escenas en el andén del tren cuando se encuentran y se despiden en el tramo final de la película.
Todos estos ingredientes no sirven sino para constatar que Koreeda es el gran poeta de la familia contemporánea y todos sus problemas relacionados con el desarraigo, las penurias económicas y la desestructuración en términos generales. Problemas que son transnacionales y comunes a todas las sociedades modernas y que dotan de una actualidad y veracidad tremenda a todas sus cintas. Quizás no estemos ante la obra cumbre de este poeta (Nadie Sabe permanece muy arriba para alcanzarla) pero si ante un soplo de aire fresco y de positivismo, que en los tiempos que corren no está de más. En todo caso, esperemos que Koreeda se embarque en tareas más aventureras y arriesgadas que este Kiseki para el futuro.

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Kiseki (2.011)
Guión y Dirección: Hirokazu Koreeda
Fotografía: Yutaka Yamasaki
Interpretes: Koki Maeda, Oshiro Maeda, Ryoga Hayashi, Cara Uchida

1 comentario:

silaro dijo...

hola tocayo
Echo en falta un poco de mala leche en tu blog, que des caña a aquellas pelis que no te gustan, en plan el añorado Carlos Pumares.

un saludo

Silaro