domingo, 27 de septiembre de 2009

La Mujer sin Cabeza (La Mujer Rubia)

Atrás quedó el "boom" del cine argentino que vivimos hace unos años en España con películas como "Nueve Reinas" o "El hijo de la novia". De aquello, lo único que nos quedó fue el sempiterno Ricardo Darín, que por momentos tuvimos hasta en la sopa. De aquellas cenizas (que realmente distaban mucho de reflejar una realidad industrial o artística potente) ha surgido lo que se ha dado en llamar un "nuevo cine argentino" que anda encabezado por Lisandro Alonso y por Lucrecia Martel. Ambos han coseguido convertirse en asiduos de festivales de postín y en el caso de la segunda (cuya última película ocupa el presente post) incluso ha conseguido la repercusión suficiente como para que ésta, su última película, cuente con el apoyo en la producción de, ni más ni menos, Agustín y Pedro Almodovar. La Mujer sin Cabeza (o La Mujer Rubia como, por algún misterio, se estrenó en las salas españolas) es la tercera película en la filmografía de Martel y mi primer contacto con ella (como asignaturas pendientes me quedan La Ciénaga y La Niña Santa).

Lo primero que hay que decir es que nos encontramos ante una película osada, tanto narrativa como formalmente. En primer lugar, porque la película nos cuenta una historia que apenas lo es. Se centra en un suceso pasajero, una situación de enajenación que lleva a la protagonista a vivir unos días de confusión y aturdimiento. Todo comienza (y voy a hacer grandes esfuerzos por no desvelar nada fundamental de la trama) con un suceso fortuito, casi cotidiano, un pequeño accidente de coche y la "huida" posterior de la protagonista.


En esa primera parte de la película podemos vivir esa confusión, esa incertidumbre. La cámara hace un uso magistral del scope y se dedica a seguir a la protagonista (una muy convincente María Onetto) en primerísimos primeros planos, dejando siempre el fondo desenfocado. Esto potencia mucho la sensación de irrealidad. No sabemos donde estamos, ni que ocurre exactamente. Esta situación formal que coincide con el estado anímico de la protagonista dura casi un día y medio. Durante ese tiempo el resto de personajes son voces sin cara que simplemente pasan de largo por la protagonista. Realmente, durante todo ese periodo el clima y la ambientación es casi asfixiante, como parte de una pesadilla kafkiana.
Cuando, al fin, la protagonista consigue pensar con claridad es cuando empiezan a aparecer el resto de personajes sus caras, sus voces claras y cuando la historia se vuelve mucho más dura en sus enunciados.
Por que si la pasividad hacia los sucesos ocurridos antes podían achacarse al aturdimiento, cuando la protagonista puede pensar con claridad e interactúa con su entorno, esa pasividad aún se hace más evidente y alarmante. De hecho, ese aturdimiento formal y moral va haciéndose cada vez más imperceptible hasta que... simplemente, desaparece en unas últimas escenas absolutamente cotidianas y anodinas formalmente.



Realmente nos encontramos ante una película excepcional no ya solo por lo que cuenta si no porque la forma de contarlo es absolutamente audaz. La simbiosis entre la forma de la película y el estado de la protagonista es absoluto y se consigue desde una planificación muy brillante visualmente, con un uso magnifico de la pantalla ancha y una fotografía excepcional en el que abundan grandes primeros planos en los que María Onetto aguanta el tipo a la perfección.
En segundo lugar, es valiente por como afronta la historia. Dentro de la película hay una reflexión muy profunda sobre la culpabilidad y la justicia, pero Lucrecia Martel decide hacerlo desde la abstracción. De esa manera, todo cabe en ella y hace su metáfora mucho más rica permitiendo un análisis a muy distintas profundidades.
Algunos han visto en ella una metáfora sobre la actitud de la burguesía argentina en los años de la Dictadura, pero creo que su reflexión puede ser aplicada en general a cierta banalización de la violencia, la muerte y los acontecimientos que acecha a toda las sociedades occidentales modernas.
Que pena que los Almodovar se tengan que ir a Argentina para encontrar una película y una directora tan audaz, brillante y valiente. Habrá que seguirla la pista.
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La mujer sin cabeza (2.008)
Guión y Dirección: Lucrecia Martel
Fotografía: Bárbara Álvarez
Montaje: Miguel Sverdfinger
Interpretes: María Onetto, Claudia Cantero, César Bordón, Daniel Genoud

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