domingo, 20 de junio de 2010

Enemigos Públicos

Cuando uno piensa en Michael Mann, parece inevitable pensar en él como el digno heredero de lo que se ha dado en llamar "Gran Cine Americano". Ese cine que cuenta con todo el apoyo de la industria y que está destinado a aportar ese punto "qualite" estilo clásico a la producción actual. Por tanto, no es descabellado pensar en Mann como heredero de otros como Coppola, Milius, Cimino, Scorsese...
Y como todos ellos, parece que ese gran cine americano se mueve como pez en el agua cuando habla de la leyenda americana. Mientras que en Europa tenemos a nuestros reyes medievales y conquistadores, la mitología americana se compone de forajidos de leyenda y gansters románticos. Ese gran cine a través de sus grandes reconstrucciones de época nos ha dado películas maravillosas que van desde El Padrino a Gangs of New York. Frente a los personajes idealizados que nos planteaba el cine negro clásico de los 30-40, a partir de la década de los 70 y a través de estos directores se impuso una mirada desmitificadora de los mitos. Como queriéndonos enseñar la trastienda del mito americano. Enemigos Públicos no podría existir sin aquellas películas. Y no es porque pretenda seguir su senda, si no todo lo contrario. Ellas son el revulsivo para que Michael Mann llegue aún más allá.



Si hay una palabra que defina adecuadamente Enemigos Públicos, esa es abstracción. La película es abstracción visual, pero sobre todo es abstracción narrativa. Como decíamos, esta película es deudora de los Milius o Cimino, pero mientras que éstos se dedicaban a desmitificar a los ídolos, Mann directamente los trata como conceptos. En la película los personajes tienen escasos conflictos emocionales y se definen más por lo que hacen que por lo que dicen o sienten. En ese sentido el giro de tuerca es de 180 grados. Mientras que en los 70 el mito cobraba consciencia de si mismo y renegaba de su naturaleza, aquí el mito no tiene opción más allá de ser mito. Dillinger actúa como si no tuviera otra elección, como si la leyenda fuera su único camino. He ahí que los conflictos nunca son sobre si hay actuar de una manera o de otra, sino, más bien, sobre que consecuencias tendrán unos actos que no dejan de ser inevitables.



Para potenciar ésto, Mann recorre otro capítulo de su ya largo pulso técnico que protagoniza desde que, hace ya más de diez años, decidiera ser pionero en Hollywood del video digital. Aquí lleva su estilización (que ya era visible en otras como Heat o Corrupción en Miami) al máximo exponente, experimentando con las texturas, utilizando unas más limpias u otras más granuladas dependiendo de la escena y sobre todo, por unos tonos grisáceos gracias a los que jamás el color pareció tanto blanco y negro. Esa estilización extrema hace que la reconstrucción de los años 20-30 americanos sea sumamente minimalista, detallista pero no grandilocuente.
En todo caso, si esta película será recordada será por dos hallazgos mayores, dos escenas que de por si justifican una entrada y en las que expone con sutileza pero con claridad meridiana la tésis de la película.
La primera es cuando Depp se cuela en la comisaría y puede observar todas las anotaciones y fotos que cuelgan de los enormes tablones que dirigen su investigación. En ella Mann fotografía el momento mágico de la auto-conciencia. En ese momento Dillinger descubre su grandeza y se deleita ante el panorama.


Auto-conciencia que se multiplica en la gran sinfonía de la escena final, milimétricamente planificada y que contiene el hallazgo genial de un Depp/Dillinger observando a su alter ego Clark Gable en la pantalla. En este mundo de la información y la globalización, los mitos se han descubierto a si mismos y ante ello, no les queda más remedio que ser lo que se espera que sean, leyendas.

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Public Enemies (2.009)
Dirección: Michael Mann
Guión: Ronan Bennett, Ann Biderman y Michael Mann
Fotografía: Dante Spinotti
Montaje: Jeffrey Ford, Paul Rubell
Música: Elliot Goldenthal
Interpretes: Johnny Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, James Russo

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